Monreale, los cielos
desangrados al fondo.
Pasabas por allí como una imagen
sin pedestal, convicta
de su luz arrogante. Me pasabas
los ojos por mi sombra,
por los tibios mosaicos
donde bordaba el mar sus olas púrpuras.
Yo quería decirte que no huyeras,
que gozaras el rito
de un tiempo que volvía
a brillar en nosotros.
Pero sólo me viste
de lejos, como un cruce en la memoria,
tesela desprendida
sobre lecho de barro.
Monreale, te ibas diluyendo
sin saber cuántas noches
broté de ti, ni cómo
llegué a ser tu ceniza deslumbrada.
(de RETABLO DE CENIZAS, 2011)
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