sábado, 23 de junio de 2012



Danaide

María Sanz

II Premio Hermanos Machado. Fundación J. M. Lara. Sevilla, 2012. 80 páginas, 11'90 euros


A. SÁENZ DE ZAITEGUI | Publicado el 22/06/2012

Uno de los mayores mitos de nuestra época es creer que los mitos importan. En sus mejores momentos, son cuentos atroces sobre verdades obvias, como que a la gente le gusta más mandar que obedecer o que no hay justicia ni en esta tierra ni en ninguna. En sus horas más bajas, un mito no es más que la perpetuación de un arquetipo, normalmente misógino. Como el de las Danaides.

 Preferiría no saber. Ojalá pudiera leer Danaide sin saber quiénes eran ellas. La de María Sanz es sublime, una mágica mezcla de inocencia y sabiduría aprendida a base de palos. Es una criatura emocionalmente sana, inequívocamente mujer, que no comprende por qué. Por qué absolutamente nada: la soledad, el destierro del corazón, la sensación de pérdida de lo que nunca tuvo. Diciendo las cosas más dolorosas con las palabras más nuevas, María crea para su danaide un perfil de serenidad extrema, antítesis de Dido y cualquier locura, pero de alta intensidad sísmica. Asistimos a la muerte de la fe: “Sufriste el espejismo/ de oír cada deseo/ golpeando tus sienes,/ cada voz como pulso/ cuando apenas volvías/ a creer en los hombres/ que nunca te creyeron”. Vemos la esperanza en el instante mismo de su nacimiento: “Pero tú preferiste vivir contra corriente,/ danaide enamorada, peregrina por noches/ sin ternura, por cuerpos hacia tierra de nadie./ Seguirás siendo agua, de agua, como agua,/ esa desconocida para hombres desiertos”. No grita, no llora. Simplemente sufre. Busca todo (el amor), pero no encuentra nada (los hombres). Es humana, y paga un precio. Pero los pozos sin fondo a los que tira una y otra vez su valía no son castigo de dioses sin compasión ni imaginación, sino su propia sed, el derecho inalienable a perseguir la felicidad. Más Atenea que Afrodita, la danaide se levanta en armas contra la realidad pasivo-agresiva: “Pero no obedeciste por pura rebeldía,/ porque el amor tradujo sus órdenes en falso,/ silenciándote todo cuando todo clamaba”. La vergüenza del engaño no recae en la víctima, sino en su verdugo.

 Por supuesto que hay un mito debajo de este mito. Reescritura de los purgatorios interiores, Danaide es un texto lleno de agua, de la que mata y de la que da la vida. Pero a Sanz la leemos desde Cixous, Irigaray, Showalter, no desde viejas historias absurdas. Deconstrucción del mito más antiguo y terrible de todos: el amor mismo.

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