I V
El
aire te traía sus espejos,
acrecentaba
todas las sonrisas
de
amor recién llegado, siempre el aire
como
resumen fiel de una presencia
templada
en el regazo más vacío.
Espejos
que jamás te reflejaban,
sólo
un rostro de hombre, cualquier hombre,
ahora
no recuerdas. Qué misterio
de
ternura ya huérfana, del paso
por
lo mismos espejos junto al aire
y
al aroma de amor recién vivido.
Nada
ha cambiado aún, los días nievan
tu
cuerpo incandescente, borran todo
lo
que dejaste atrás, espejos ciegos
de
inútil amplitud, sonrisa oscura.
Pero
un hombre sin rostro te condena
a
plasmarlo en el aire que respiras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario