sábado, 17 de diciembre de 2011

      


                     XV


Desbordaban la orilla de los vientos
con el único ardid que conocían,
aventureras sobrias
tratando de hospedarse a media altura.
Lejano les quedaba ya su espejo
de álamos cetrinos
cuando plantaron cara a los trigales
entoldados por ellas,
mientras iba crujiéndoles el alba.
Los viejos torreones se nutrían
de aquel maná dorado de las nubes
segadas por la luz, esparcidoras
de su propia sazón
sobre el campo de Gómara.


          (de REGAZO E INTEMPERIE, 2007)

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