viernes, 11 de noviembre de 2011

 


                XL

Entonces lo encontraste.
Aun cerrada la noche,
                               su luz aventajaba
la tuya, apenas viva,
y el miedo fue cambiando
de manos. Lo supiste.
El era el labrador
que aguardaban tus surcos,
la miel de una colmena
donde a solas reinabas,
pero nada podría
romper el maleficio.
Lo que tanto quemaste,
ardía en él. No era
menos tuyo por eso,
menos honda tu ascua.
Con el dolor cumplido,
su noche ya caía
fuera de ti, del cielo
donde le conociste.


                                             (de REGAZO E INTEMPERIE, 2007)

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