lunes, 28 de noviembre de 2011

  


             I I I


Los rosales morados
de la tarde tejieron
su corola de espinas
para mis sienes hondas.
Todavía no era
la hora del martirio.
Una fuente bordaba
la brisa con sus gotas
fugitivas. Tú sólo
viniste a recordarme
que nada sucedía,
salvo tus ojos dulces,
en aquel vaticinio
de amargura. Tú solo,
sin ayer ni mañana,
aún interminable
como la tarde rosa,
coronada de espinas.
Todavía no eras
cicatriz en mis sienes.


        (de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)

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