jueves, 8 de septiembre de 2011

                            


En los cielos tardíos del amor yacen nubes
cuyas máscaras grises evocan la tragedia,
cuya luz momentánea perece sin penumbra,
sin cerco de palomas donde glorificarse.
Yo he tenido esos cielos en mis manos de abismo,
me he mirado en tus ojos más allá del crepúsculo,
intentando sin suerte recuperar la dicha
que desmayó mi cuerpo hasta el fin de tus brazos.
Pero el amor destruye, y también se transforma
en alba repentina cuando vence el deseo,
cuando esas nubes hallan razón de convertirse
en única riqueza para desheredados.
Ahora sólo tengo tus tardes en presente,
la realidad sin fecha que a solas atesoro,
si acaso la limosna de ese amor impagable
que los cielos conceden a quien lo justifica.


  (De LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)

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